Yo no tengo
presidente.
Los tribunales han demostrado que en el estricto apego a la ley todo lo que el sentido común y la razón clasifican como ilegal, no lo es cuando detrás hay intereses suficientemente poderosos. En el estricto apego a la ley, es admisible comprar voluntades, engañar, amenazar y coludirse con los más sucios intereses en función del beneficio económico. Si vivir en la legalidad significa en realidad todo lo contrario yo no quiero instituciones ni aparatos gubernamentales.
En lo que a
mi concierne yo no tengo presidente. Mi país empieza en mi casa y es ahí donde
se gesta el cambio, porque este no puede darse en ningún otro lugar ni de otro
modo que no sea partiendo de la decisión personal de actuar con congruencia y
sentido común, comenzando en el pedazo de país donde cada uno tiene total y absoluta
soberanía. Aquí se educa, aquí se consume con responsabilidad, aquí se cuidan
los recursos, aquí se cierra la puerta a los intereses de la gente sucia y mentirosa,
aquí se trabaja con rigor para satisfacer lo propio pero siguiendo siempre la
idea del bien común.
Cuando aquellos
que han tomado la decisión personal se den cuenta que no están solos, que hay
muchos otros haciendo lo mismo entonces comenzará la revolución.
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